La historia de la caza
Nuevas técnicas cinegéticas
Las armas de fuego propiciaron la aparición de nuevas técnicas de caza. En la menuda, el arcabuz con perdigones fue el gran enemigo de conejos y liebres, pero sobre todo de las aves objeto de interés cinegético. El tiro al vuelo, imposible con arcos y ballestas, motivó a mediados del siglo XVII un libro versado en esta modalidad: Tratado de la caza al vuelo, de Fernando Tamariz de la Escalera. Fruto del tiro al vuelo, surgieron los perros de parada, es decir, aquéllos que señalaban el lugar donde estaban ocultas las piezas hasta la llegada del cazador. En la mayor, la escopeta y la carabina rayada sustituyeron al venablo y la ballesta. Aunque la carabina era más adecuada para la caza mayor, el cazador español prefería las armas de ánima lisa por la alternancia de especies de mayor y menor en la mayoría de los pagos de nuestro país.
Caceria de Felipe
La Revolución Francesa de 1789 constituyó un punto de inflexión que dinamitó los ya insostenibles cimientos del llamado Antiguo Régimen. El absolutismo, defensor de privilegios aristocráticos y disfrazado culturalmente con el nombre de Ilustración, no tenía ninguna credibilidad para una burguesía emergente que trataba de "certificar" su papel de motor en una sociedad anquilosada, de ahí su caída. Todo esto, en mayor o en menor medida, más tarde o más temprano, no tardó en extrapolarse a otros países europeos, uno de ellos España. Esta reflexión, que parece fuera de contexto, resulta realmente importante porque también afecta a la caza, pues ésta deja de ser un deporte casi exclusivo de la nobleza. Los dos últimos siglos, con revoluciones, guerras y dictaduras en nuestro país, han servido para consolidar a la caza como una de las actividades deportivas, sociales, culturales y económicas más en alza de nuestra singular piel de toro. Además, mejoras en las armas de retrocarga (escopetas y rifles) y en su munición, aparición de múltiples complementos para el cazador, normativas legales específicas de caza (vedas, licencias de caza, permisos de armas, especies a cazar, perros, etc.) y, sobre todo, creación de órganos de representación de este colectivo, de entre los cuales destaca la Federación Española de Caza, que está realizando una magnífica labor en favor de la caza, los cazadores y los hábitats.
Carlos III cazador
En los albores del siglo XXI, la caza, con casi un millón y medio de practicantes, goza de una salud inquebrantable en España. A pesar de la oposición injustificada y cerril de diversos grupos pseudoecologistas, más preocupados por el sensacionalismo y la propaganda que por la defensa del medio ambiente, la actividad cinegética emerge como uno de los principales bastiones en la conservación de la naturaleza del próximo milenio. Y es que el gremio cazador es el más interesado, si quiere seguir practicando su deporte, en que no se degraden los ecosistemas y desaparezcan las especies. Buen ejemplo de ello ha quedado patente en el compromiso de los cazadores españoles, a través de la Federación Española de Caza, para paliar las enfermedades víricas que afectan al conejo de monte (mixomatosis y neumonía hemorrágico vírica) mediante la creación vacuna recombinante ecológica. La caza actual, en esencia, no ha variado en demasía desde sus orígenes. Modalidades, especies y armas han cambiado, lógicamente, a lo largo de años, centurias y milenios, pero, en definitiva, el concepto sigue siendo el mismo. Por eso, y teniendo en cuenta el gran desarrollo técnico a favor del venador en nuestros días, es necesario propugnar una caza ética y auténtica que se aleje de la tan temida "cinegética a la carta". La pertenencia de España a la Unión Europea ha enmarcado nuestro deporte en una esfera supranacional dependiente de las decisiones aprobadas en Bruselas. Pero esta nueva realidad no sólo queda reducida a la Red Natura 2000 o a la Directiva "aves", ya que permite acercarnos al resto del colectivo cazador europeo para conocer sus inquietudes y problemas, como es el caso actual de la prohibición en el Reino Unido de la tradicional caza del zorro. Así pues, la caza en nuestro país, con una progresiva recuperación de las especies de menor y una clara expansión de las de mayor, tiene asegurado su futuro si se mantienen las constantes presentes: adecuada gestión y aprovechamiento responsable.
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